sábado, 26 de enero de 2008

La Educación: Pincelazos que buscan plasmarla.

Contextualización de la educación.


Para entender todo lo que significa el trabajo por competencias me parece pertinente intentar dar un contexto, un piso, a nuestra educación. Esta es la mirada de alguien que apenas empieza en esto de la pedagogía, pero que siempre ha estado acompañado por esta en el colegio, en dos carreras universitarias, un diplomado y ahora este posgrado.

La educación: con frecuencia esa utopía tan necesaria como maltrecha. Tantas teorías, actores y movimientos educativos siempre con la noble idea de lograr el bien común de la educación. La búsqueda del bien y la verdad, tan platónica como el amor, aún continúa.

Ubicándome en mi contexto social y laboral, estos textos propuestos sí que toman su valor real. Tantos esfuerzos y tanta valoración dada a la educación a través de los años sí que hacen de esta una labor tan vital como antigua. Aún hay de todo por hacer y por aportar: Todo en la vida está construido de pequeños granos de arena.

Dentro de la educación, la corriente humanista siempre ha sido de toda mi simpatía. No se puede quitar al hombre su ingrediente humano, su esencia. Generar confianza es tan importante o más que generar saber. El saber viene por añadidura. Confiar que se puede aprender lo es todo. El creer en uno mismo es el primer paso para llegar al ser y a la luz que rompe las tinieblas de la caverna.

Suele ser que uno mismo es su principal obstáculo en la vida. Las potencialidades propias suelen ser las que permiten valorar las ajenas. Por eso educar desde la corriente humanista es crear sociedad. Veo a diario padres de familia, tan empequeñecidos por su propia falta de altura, reduciendo a sus hijos a una categoría tan pequeña que la nada es al menos algo por el sólo hecho de poder ser nombrada. Y los hijos se lo creen. Es muy fácil enseñar a ser un perdedor, a fracasar, a desvanecerse en el aire. Nuestra juventud, esa que al menos yo veo a diario, se debate entre el no ser, el no saber, el no querer y el no poder. Al menos eso es lo que figura en su estructura mental. La autocrítica y la autoevaluación no son posibles en ellos, las competencias son algo que aún no entienden. Crecen pensando que “el otro” tiene la culpa y lo hacen saber. Ellos nunca pierden una materia, el profesor se equivocó por su propia incompetencia o porque les tiene rencor. Nunca tiran un papel, fue otro. Nunca aceptan lo que son… ¿Cómo aceptar lo que no se sabe?.

Para ellos el mirarse a sí mismos es igual que mirarse en un espejo roto, muy roto, en el que ven un montón de rostros fraccionados, alejados, intraducibles. La libertad del alumno es muy duro ofrecerla cuando no se sabe ser libre, cuando no se tiene conciencia de la responsabilidad que implica y de todo lo que la libertad significa.”Somos dueños de lo que decimos y esclavos de lo que callamos” escribía “Gabo” en su “Crónica de una muerte anunciada”… mientras no tengan que decir y no sepan como decirlo no basta el querer hacerlo. La auto represión a la que muchos de los estudiantes se someten no la hace la prohibición sino la ignorancia. Saben con frecuencia de sus debilidades y por eso callan para no quedar en evidencia. El ostracismo es la respuesta.

El maestro en su labor solitaria (digo solitaria por la marcada tendencia actual que lleva a los alumnos a estar distraídos) suele recordarme en nuestro contexto y en casi todos el jueguito aquel del “teléfono roto”. Digo esto pensando en que lo que dice se disipa en el aire en partículas de viento que llegan a oídos tan sordos por el moho de la indiferencia que se convierten en palabras sueltas y sin sentido, descontextualizadas e ignoradas, palabras cambiadas o solitarias que pierden su sentido y su orientación al no ser escuchadas como discurso. El no ser del ser lo da el que el ser no lo deja ser… y el no saber reduce al ser a la altura que sobre el piso ocupa el polvo.

No creo que todo deba girar en torno al hombre. Y si lo hace debe ser desde un humanismo más conciente en el que se entienda de lo peligroso del hombre. El antropocentrismo me parece muy egoísta y sesgado. No me gustan las ideas unidireccionales. Afortunadamente el hombre es la variable más grande del planeta, su constante evolución, revolución y empeño por superarse a sí mismo me sorprende. Por eso es que la educación nunca morirá, a pesar del hombre mismo y sus guerras.
El estudiante como ente social, político, biológico y cultural me encanta porque gracias a esto se luchará por no caer en lo ermitaño en que a veces se convierte por las nuevas tecnologías, que sin duda hacen que nos queramos quedar en casa. La autorrealización del hombre debe ser quien dé sentido al discurso educativo y a la labor tanto del estudiante como del docente y de todos los estamentos implicados.

La educación tuvo en Grecia apenas uno de tantos errores históricos en cuanto al tema femenino. Tan abnegadas y alejadas siempre, con apenas unas décadas de aparente igualdad (digo aparente porque el machismo nos cuelga con frecuencia entre las piernas) ya nos sobrepasan. Falla de visión en la educación Griega y en general hasta ahora. Ayudar a educar a una mujer es lo más cercano que por ahora creo que sentiré de ser padre… me encanta. La libertad en la mujer ha incrementado su belleza, su destreza, su pericia, su intuición. El hombre como ente represivo le dio a la evolución un puntapié sin medida al dejar a la mujer en casa, alejada de los debates, de los grandes cambios y de la idiotez de sí mismo.

“Se decía que la música educaba el alma y la gimnasia el cuerpo”, cito al texto “La educación en Grecia” haciendo referencia a la mujer… ¿Qué mejor música para el alma que la cercanía de la mujer amada?. Alejar a la mujer es alejar la música, el arte, el saber todo. La mujer como creadora o como inspiradora siempre debió estar. Ahora que trabajo en un colegio mixto veo en la mujer ese complemento perfecto para la educación por su ternura, calidez, inteligencia e imaginación. La educación griega fue incompleta y monofónica, por dejar de lado a quien pudo en una época de culto al saber dar ese ingrediente o ingredientes que faltaron para lograr una iluminación tan sólida que hubiera quitado espacio a lo más insensato del hombre: La guerra.
Los griegos se centraban en la pederastia con los jóvenes, muestra esto de la falta que hacía la mujer.

Por último, pienso que si logramos incorporar realmente las competencias y todo lo que significan y podrían aportar, la educación de calidad sería algo real y no un simple párrafo en los diferentes manuales de convivencia y modelos pedagógicos.

Aplicacion de competencias en la educación Colombiana

Buenas tardes a todos y todas

El concepto de competencias cuya materialización tuvo en principio un trasfondo netamente laboral, está incidiendo de un modo definitivo en la transformación de la educación en general. La historia de las competencias es larga: se empezó a hablar de ellas al menos hace cien años, cuando Inglaterra y Alemania buscaron precisar las exigencias que debían cumplir quienes aspiraban a obtener una certificación oficial para ejercer oficios específicos. Era relativamente fácil: para ejercer un oficio concreto se debían tener unos conocimientos precisos que, aplicados de manera idónea, facultaban a ese alguien para desempeñarse en ésta u otra labor. Tener unos conocimientos determinados y aplicarlos en ciertos contextos con destreza. Con los años, el criterio habría de ampliarse hasta tocar el ámbito de la educación. El proceso de transformación que ésta emprendió, y en el que en la actualidad se empeña, parte, precisamente, de ese viejo y sencillo concepto: el de las competencias.

En Colombia, los organismos del Estado que orientan la política educativa han adoptado el concepto “competencia” como criterio para evaluar resultados tanto de la educación básica y media como de la educación superior.

El Ministerio de Educación Nacional al adoptar el concepto de competencia inicio labores en dar una definición y divulgar unos estándares básicos de competencias en las diversas áreas y niveles de la educación básica y media. Estos estándares son criterios claros y públicos que permiten conocer lo que las generaciones que se están formando deben aprender, y establecen el punto de referencia de lo que se espera estén en capacidad de saber y saber hacer en cada una de las áreas y niveles. Se fijaron así los estándares básicos de competencias en ciencias naturales y sociales, matemáticas, lenguaje, en formación ciudadana. Los estándares se articulan en una secuencia de complejidad creciente y se agrupan en conjuntos de grados: de primero a tercero, de cuarto a quinto, de sexto a séptimo, de octavo a noveno y de décimo a undécimo, de modo que queda claro lo que los estudiantes deben saber y saber hacer al término de su paso por cada conjunto de grados. Los estándares son también una herramienta privilegiada para la evaluación: propician la reflexión que sobre su trabajo hacen las instituciones que los aplican, contribuyen a que ellas mismas evalúen su desempeño, promuevan prácticas pedagógicas creativas y diseñen planes de mejoramiento.